Rudolph Graichen (Pregunta 1 )

Foto de Rudolf Graichen de niño

Primero déjenme explicarles algo sobre mis antecedentes y los de la familia en la que me crié. Yo tenía la edad de ustedes y todavía iba a la escuela, pero al convertirme en un joven adolescente tuve una fuerte influencia. Esto puede ayudarles a entender mejor mi respuesta, cómo me sentí cuando me agarró la GESTAPO Nazi.

No soy descendiente de judíos, solo soy un alemán común y corriente. Sin embargo mis padres tenían fuertes convicciones religiosas y llegaron a ser Testigos de Jehová antes de yo nacer en 1925. Esto era para los nazis como tener una piedra metida en el zapato, pues ellos querían que todos creyeran en Hitler y no en Dios y Jesús. ¿Cómo alcanzarían ese objetivo? Cambiaron el saludo diario de la gente de “Buenos días” por el de “Heil Hitler”, lo cual significaba que la salvación vendría a través de Hitler. En mi caso, a causa de mis convicciones religiosas y no querer  blasfemar al Dios de mis padres, rehusé decir “Heil Hitler” como saludo diario. Esto hizo que los nazis se pusieran furiosos, por eso, entre otras cosas, prohibieron la religión de los Testigos de Jehová y, después de eso, la GESTAPO se llevó a todos los varones Testigos a prisión, incluyendo mi padre. Por orden de la Corte se decidió que nos alejaran de lo que ellos llamaban ‘la mala influencia de nuestros padres’ (yo tenía 12 años en aquel entonces). Ordenaron que fuésemos reeducados y adoctrinados por la filosofía nazi de Hitler. Un día nos recogieron en la escuela, nos metieron en un vehículo de policía (como criminales), y nos llevaron a un reformatorio. Nos pusieron con muchachos que realmente eran malos y sobre quienes nadie tenía control. ¿Pero es que había algo bueno que aprender de aquellos muchachos? Era una contradicción. Medio año después nos llevaron con una pareja mayor que querían ser nuestros padres de crianza, al menos hasta finalizar nuestros años escolares. No se le permitió a mi madre vernos, visitarnos o contactar con nosotros ni siquiera por carta o postal.

Ahora pienso, ¿qué significó todo esto para nosotros como niños y como familia? Pues bien, nuestra vida familiar pacífica y feliz, en un ambiente amoroso, cálido, con la atención basada en principios cristianos que nos daban nuestros padres, de repente y de manera brusca terminó. ¿Cómo podría yo simplemente olvidar lo que Hitler y sus fanáticos nazis habían hecho a mis padres, a nuestra feliz vida de familia y especialmente a nosotros, que éramos niños? Odié la tiránica y total injusticia que ellos perpetraron sobre una familia inocente. Ellos la desgarraron en pedazos solo porque no nos sometimos y no quisimos ‘correr junto con la muchedumbre para fines malvados’, como dijo un poeta, más bien, tuvimos el coraje de permanecer firmes en lo que sabíamos que era correcto, y no podía ser malo. ¿Cómo podríamos luego decir que nuestras convicciones eran buenas si hubiésemos fallado en defenderlas?
Con estos antecedentes podrás entender mejor mi respuesta a tu primera pregunta en cuanto a cómo me sentí…

A la edad de 17 años, cuando la GESTAPO se llevó a mi madre y a mi me encarcelaron ya había hecho la decisión de no llegar a ser un nazi, no importa cómo ni de qué manera. ¿Cómo podría yo apoyar a un sistema que abusaba tiránicamente del poder y que arruinó sin escrúpulos nuestra vida de familia? ¿Cómo podría cambiarme a su lado y hacer lo mismo que ellos, a otra familia feliz e inocente, y a sus hijos, tomando parte en algo que yo había odiado y despreciado después de lo que ellos nos hicieron? Para mí, un joven, la respuesta fue NO, NO y otra vez NO. Sentía el deseo de agachar la cabeza en ese mismo instante y pedir ayuda a Dios para que no me dejara hundir en una situación como aquella y llegar a ser como uno de ellos tan solo por evitar la dura persecución. Un hombre sabio dijo una vez es mejor sufrir injusticias, que participar en hacer injusticias, porque nosotros sabemos que cada uno siega lo que siembra, sea bueno o malo. Seguramente los nazis no creían en esta ley natural, pero lo cierto es que eso fue lo que les pasó a ellos. Ahora que puedo volver atrás en la historia, me pregunto, ¿dónde esta Hitler, su partido nazi y su aparentemente invencible maquinaria de guerra? Pues bien, se han ido desde hace mucho, su injusticia finalmente los alcanzó  a ellos también. Esta es también una importante lección para nosotros; hay que recordarla y nunca olvidarla.

Al menos una lección podríamos aprender de todo esto: A la larga puede que el crimen no se pague, sea que se trate de individuos o de un gobierno. Pero la injusticia finalmente alcanza a todos los malos que la practican porque, créanlo o no, pero es cierto, hay un Dios justo que cuida de nosotros los humanos, especialmente cuando clamamos a él por ayuda como víctimas inocentes de injusticias y opresiones. Yo personalmente pude estar firme en todo momento como un Testigo [de Jehová] que respondí de todo su corazón a su enseñanza.

Foto de Rudolf Graichen