Marcel Sutter nació el 3 de enero de 1919 en Mulhouse, en Alsacia. Hombre joven y brillante, estaba estudiando electrotécnica para convertirse en ingeniero cuando la segunda guerra mundial estalló, obligándolo a interrumpir su formación. Incorporado en el ejercito francés, fue movilizado al tiempo de la anexión de Alsacia por Alemania, en 1940. De vuelta a su casa, descubrió que su madre y su hermana frecuentaban las reuniones religiosas de los Testigos de Jehová. Esas reuniones se llevaban a cabo en secreto ya que el régimen nazi había prohibido a los Testigos de Jehová en Alemania y en los territorios ocupados.
Marcel, un joven epicúreo a quien le gustaba aprovecharse de los placeres de la vida, no sentía demasiado interés por las cuestiones espirituales. Aún así, una noche de la primavera de 1941, acepto asistir a una reunión religiosa a instancias de su hermana. Lo que oyó suscito en el una montaña de preguntas. Se acercó entonces a Adolphe Arnold, un Testigo de Jehová presente en el lugar, que acepto responderle después de haber encontrado un lugar donde poder hablar discretamente. Marcel motivado por ello emprendió un examen profundo de la Biblia y su conciencia lo llevó a conformar rápidamente su vida a los principios que fue descubriendo. Adolphe y su esposa Emma, emocionados por la seriedad y la perseverancia del joven, lo recibieron regularmente en su casa para ayudarlo en su estudio a pesar de los riesgos de arresto crecientes. Marcel se bautizó en secreto al cabo de varios meses de investigación bíblica asidua. Apenas algunos días más tarde, los principales miembros masculinos de los Testigos de Jehová locales – incluido Adolphe Arnold – fueron arrestados, y Marcel se encontró con la responsabilidad de la organización de las reuniones religiosas clandestinas de la pequeña comunidad de Mulhouse.
En 1942, a semejanza de numerosos Alsacianos, Marcel fue censado como incorporable en el ejercito alemán. Cuando en la primavera de 1943, recibió su orden de incorporación, rechazó obedecer ya que su conciencia ya no le permitía matar a su prójimo. Eso le costó un arresto dos días más tarde y el aprisionamiento en el campo de Schirmeck, en Alsacia. Pero como ya había sido registrado por el ejercito alemán, la policía militar vino a apoderarse de él en el campo para llevarlo al regimiento al que había sido destinado. Marcel llegó con una fiebre muy fuerte y fue enviado al hospital militar en donde le curaron la escarlatina. En cuanto fue restablecido, volvieron a pedirle que fuera al frente. Ante su negativa obstinada, fue llevado a la prisión de Torgau, al norte de Alemania. El 8 de octubre de 1943, fue presentado ante un tribunal militar por insumisión. Para su defensa, Marcel invocó a la ley de Dios que prohíbe matar a su prójimo y ordena amarlo. Después de un proceso que no duro más que unos veinte minutos, Marcel fue condenado a la decapitación. Su pena fue confirmada el 22 de octubre de 1943.
Fue decapitado como objetor de conciencia el 5 de noviembre 1943, en la fortaleza de Roter Ochse, en Halle. Tenía 24 años.
Desde hace algunos años, la fortaleza Roter Ochse ha llegado a ser un Memorial en donde existe una exposición permanente dedicada a todos los que allí fueron ejecutados. El nombre de Marcel Sutter figura en la lista.
Algunas horas antes de su decapitación, el joven escribió a sus padres la siguiente carta:
Queridos padres y hermanas,
Cuando recibáis esta carta, yo ya no estaré. Apenas unas horas me separan de la muerte. Os lo suplico, sed animosos y fuertes; no lloréis, por que he vencido. He acabado la carrera y he conservado la fe. ¡Pueda Jehová Dios sostenerme hasta el final! Corto es el tiempo que nos separa del reino de nuestro Señor Jesucristo. Pronto, nos volveremos a ver en un mundo mejor de paz y de justicia. Me desbordo de alegría al pensar en ese día, en el que ya no oiremos más lamentos. ¡Qué maravilloso será! Aspiro a la paz. Estas ultimas horas, he pensado mucho en vosotros y siento en mi corazón un poco de amargura ya que no voy a poder besaros para deciros adiós. Pero debemos ser pacientes. El tiempo es cercano en el que Jehová justificara su nombre y probara a toda la creación que es el único Dios verdadero. Deseo ahora consagrarle mis ultimas horas. Quiero concluir esta carta y deciros adiós a la espera de volveros a ver pronto. ¡Alabado sea nuestro Dios Jehová! Os envió mis cariños con todo mi corazón,
Vuestro hijo y hermano que os ama,
Marcel